El
día de la madre, del maestro, del amigo
todos
los días buenos
tienen
tu aroma a sol
Me recibías amorosa, yo llegaba agria,
brusca. Meses que pensé terribles aún cuando de ellos ignoraba su costado más
filoso, serían los últimos para nuestra amistad entrañable.
Iba a tu casa en busca de aquella
niñez tan felizmente protegida: tu ternura leyéndome los cuentos del Enanito
Nito, antes de ir a dar clases, para que no me quedara llorando. Iba a tu casa
para no quedarme en la mía, llorando.
Desde el primer momento supiste lo que
me llevó años comprender, mi entorno había enloquecido no por falta de amor
sino de orden.
Una tarde serena y bella como vos, tu
corazón se detuvo.
Concluía el verano.
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