Puertas abiertas (columna de opinión)





Según informa la prensa, este año el número de estudiantes extranjeros en Córdoba, Argentina, se ha elevado al doble. ¿Acaso  el bien ganado prestigio académico del que goza su Universidad Nacional alcanza para explicar este fenómeno? Creo que no.
Ítalo Calvino, uno de los más grandes escritores que nos regalara el siglo XX,  escribió entre otras obras, Las Ciudades Invisibles, un libro maravilloso e inclasificable al que aludió diciendo: “Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades.”  En este texto Marco Polo, el explorador, refiere al soberano, Kublai Jan, las ciudades de las que su imperio está constituido. El genio de Calvino nos describe a través de la voz de Marco ciudades que, aún siendo diferentes entre sí,  tienen un par de características en común, son todas y cada una de ellas inventadas y singulares.  
Atendiendo a las palabras que  cierran el libro, “buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y hacerle espaciocreo que esta magnífica afluencia de juventud extranjera demuestra que Córdoba  es, para horror de los xenófobos, ese “no infierno” del que tan breve, sutil y certeramente, siempre a través de Marco, nos hablara Calvino.  Es de desear que en un mundo donde cada gran ciudad se cierra dentro de sí misma, (al modo de las antiguas fortificaciones medievales, sólo que ahora son  ultramodernos los fosos, los muros y los dragones custodios) este ejemplo pueda expandirse para que, bajo el único amparo de nuestra condición humana, logremos negarnos a una globalización que homogeneíza barriendo particularidades, que desarrolla niños temerosos de mostrar individualidad en sus creencias, sus ropas o su acento al hablar. 
Históricamente, Kublai era el rey de los mongoles (nieto del gran conquistador Gengis Kahn), pero Marco Polo en su  libro de viajes lo denomina el Jan (rey) de los tártaros. La literatura siempre ha respetado esta denominación. Quizá esta hora sea oportuna para que la realidad copie a la ficción. Digamos tártaros por mongoles conscientes de que es igual. Un pueblo, cualquier pueblo, todos los pueblos.
Pese a que en el inmenso territorio del imperio tártaro/mongol de “Las Ciudades Invisibles” algunas de ellas reverberan melancolía, peligro y muerte, quien desee arribar a una de las formas de la verdad a través de la belleza haría bien en leer este libro.







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