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Él
me introdujo al mundo Joan Manuel Serrat, por entonces, yo intentaba aprender a
tocar el piano. Desde luego, cada apasionado por Serrat —somos millones— tiene
sus temas favoritos. Nosotros dos teníamos tres, “Fiesta”, “Balada de Otoño” y
“Romance De Curro El Palmo”. Como se recordará, esta última canción cuenta que Curro es pobre. Un hombre
muy pobre enamorado de una joven tan pobre como él, pero ella aspira unirse a
alguien adinerado —propósito que logra a través de “un curapupas”, un médico
con más fortuna que ética con el que se
marcha—. En este punto de la historia canta-cuenta Serrat: “Buscando el olvido
se dio a la bebida/ al mus, a las quinielas… y en horas perdidas/ se leyó
enterito a Don Marcial Lafuente/ pa’ no ir tras su paso como un penitente”. Nos
preguntábamos, él y yo, en aquellos tiempos lejanos —principio de los 80—
cuando a nuestro país el uso de la PC en el hogar aún le faltaban diez años
largos para popularizarse: “¿Quién es Don Marcial Lafuente?”
Marcial
Lafuente Estefanía (1903 – 1984) es el escritor más prolífico que haya dado
España en novelas del género Western —novelas de vaqueros—. Hacia fines de los
años 20, su profesión, ingeniero
industrial, lo lleva el oeste de Estados Unidos para construir caminos. Cumplida la tarea en América regresa a España
y a la Guerra Civil, que lo encuentra peleando del lado de los republicanos. Al
concluir la guerra decide no aprovechar la oportunidad que se le brinda para
exiliarse. “Me hospedé en un hotel del Estado” define el escritor al tiempo que
el franquismo lo tuvo en la cárcel. Allí comienza a escribir, quizá por
soledad, quizá por desesperación.
Sin
ninguna pretensión literaria, estas novelas, que cumplen acabadamente el fin de
entretener, se reducen a diálogo, acción y algunas descripciones mínimas pero
estrictamente realistas, dado el conocimiento exhaustivo que el escritor tiene,
por su experiencia de trabajo, del territorio donde esta acción ocurre; conocimiento
que no duda en completar con mapas y estudios históricos cuando lo juzga
necesario. En su época dorada, décadas del 50 y 60, llegan a vender tiradas de
30.000 ejemplares (otras crónicas hablan de 100.000). Es de destacar que el
número de lectores semanales era muy superior a los 30.000 —o 100.00!—, mencionados,
ya que sus novelas usadas una y otra y otra vez, se vendían en los kioscos como pan caliente.
Don
Marcial escribe entre las 5 de la mañana y las 7 de la tarde descansando sólo
para comer. Entrega un manuscrito de 97 páginas a su editor, uno por semana, en
acuerdo a lo estipulado en el contrato. Este es el motivo por el cual abundan los diálogos de pocas palabras: hay
que cubrir espacio rápidamente para dar cumplimiento a lo exigido. Con el tiempo,
también sus hijos se suman a “la maquinaria Lafuente Estefanía” escribiendo
novelas del oeste bajo la firma del padre. Ahora se especula que si Don Marcial
hubiese celebrado contrato por cantidad de ejemplares vendidos, en lugar de
hacerlo por entrega como era usual en la época, sus herederos serían multimillonarios.
Jamás demuestra envanecimiento por el
fervor con que el público popular lee su trabajo —impreso en hojas de baja
calidad, con tapas en colores chillones—, y, si bien es cierto que cerca del
fin de su carrera escribe una “novela seria” que pasa desapercibida, tampoco se
lo ve nunca resentido por la absoluta ignorancia en la que sus
pares lo tienen relegado. Por el contrario, gusta manifestar que a la vida no
se la debe tomar muy en serio y justifica su opinión con una anécdota trágica:
faltando pocos días para que finalice la guerra, su pelotón cae en manos
enemigas y el oficial franquista a cargo decide pasar por las armas a todos los
prisioneros. Varios han sido ya fusilados cuando una prostituta, tal vez
hastiada de ver tanta sangre, tal vez por pura piedad, dice al oficial “Te
cambio una acostada por la vida de éstos”. Al día siguiente otro oficial, menos
cruel, toma el mando y encarcela a los que restan. “Yo salvé la vida porque
pasó una mujer, nunca volví a verla”, concluía.
Ahora sé quien fue Don Marcial Lafuente y, creo, él donde está también lo sabe. Lo que desconozco es por qué, justamente ahora, viene a mi memoria aquella tarde destemplada, sin sol, cuando nuestros hijos eran pequeños y mi amada abuela Luisa vivía con nosotros. Ella y yo estábamos solas en la cocina, Romance de Curro El Palmo se dejaba oír desde un “pasacasetes” que todavía conservo.
—Esa
música es muy triste, no te das cuenta porque todavía sos joven —dijo.
Vengo de ArteLibertino. Y me tocaste la fibra íntima. Mi primo hermano, que tiene 11 años más que yo, me presentó "Rpmance de..." en mi adolescencia. La música me enamoró desde el principio, pero cuando me ayudó a comprender la letra, la fascinación fue instantánea.
ResponderEliminarDon Marcial... Ahora que leo su historia a través de tus palabras, lo quiero más. :)
Un lujazo leerte, mujer linda!
Besos miles desde el sur!
Cómo no ser fanático del mundo Serrat... El "Romance de Curro el Palmo" es una de las canciones más tristes que escuché. Gracias por ampliar la info sobre Don Marcial Lafuente :)
ResponderEliminar¡Abrazo desde el Imperio, Patricia!
Hoy miraba que Serrat dará un concierto aquí... me ha encantado leerte.
ResponderEliminarBesos
He aprendido mucho con tu artículo. No conocía a Don Marcial Lafuente. Y me gusta la delicadeza con que narras la historia.
ResponderEliminarUn abrazo, Patricia. Un placer leerte.
Coincido con Sara: todo lo que decís, encierra una ternura indescriptible.
ResponderEliminarY, de paso, te agradezco que hayas dejado de tener tantos blogspor ahí (jajajajaja) y que uno pueda encontrarte en un solo lugar.
Besotes!
excelente artículo, y aunque debo admitir que no soy fan de Serrat, tus letras me dieron ganas de escucharlo con mayor atención!!!
ResponderEliminarmuy buena tu columna en arte libertino, Patricia!!
abrazos amiga
No he leido el artículo, no quiero engañarte, pero en cambio, recién llegada de mis ultimas vacaciones, inundada de entradas, palabras y fotos, quiero felicitarte por subirte a la nave de los locos. Buen marinero eres, no hay más
ResponderEliminarQué razón tenía tu abuela, Patricia. A mí siempre me lo pareció, triste. Lo mismo, Balada de otoño. Incluso, Fiesta, siempre me crea como ñoña por dentro. Me gustó muchísimo tu artículo. Yo crecí con Marcial Lafuente. De hecho tengo un micro donde aparece un personaje leyéndolo. Pero no es que yo lo leyera, yo era muy pequeño, y tenía mucha letra. Era mi padre, y luego un hermano. En casa siempre había novelas con las puntas dobladas como señal, en los laterales del sofá y los sillones. Qué recuerdos me has traído. Qué ñoño quedo.
ResponderEliminarGracias, Patricia. Un gran abrazo.
Patricia, muy bello el articulo que presentas. Yo también soy un seguidor de la música de Serrat y no sabría elegir tres canciones, pero te voy a imitar: "De Cartón piedra, Entre un hola y un adiós, Helena. Sus canciones son poesía y literatura musicada.
ResponderEliminarDesconocía la vida tan interesante de Lafuente y nunca había reparado que apareciera en esa canción, por lo que al leerlo de tu pluma me ha encantado.
Me gustó mucho este registro tuyo.
Un fuerte abrazo.
No paras, Patricia. No dejas de hacernos regalos. Mi enhorabuena por tu excelente escritura.
ResponderEliminarAbrazos con mucha calor.
Gracias por el aporte, tampoco conocía a Marcial Lafuente y nunca me atrapó Serrat, hasta ahora...
ResponderEliminarY uno entra en la historia, y te miro en la cocina escuchar a Serrat.
ResponderEliminarY no, no conocía a Lafuente.
Saludos, Córdoba linda!
Yo sí conocía esos libros de M. lafuente, los veía en los kioscos de prensa, eran todo un género. También había fotonovelas. Tebeos de todo tipo, también para niñas como yo(como el Lily). Novelas clásicas en viñetas para jovenes. Eran los años sesenta y setenta en España. En fin, esto es lo que me ha hecho recordar tu artículo.
ResponderEliminarPor otro lado yo tampoco he sido muy de Serrat por eso conozco poco, sus grandes éxitos. Yo, en cuanto a cantautor español de esa época me quedo con Luis Eduardo Aute.
Un beso Patricia
Bee, Sergio, mintrasleo, Sara, Leo, Escarcha, Miguelángel, Nicolás, Lola, peregrino, Luna, Beatriz: me ha encantado leer vuestras opiniones, conocer vuestros gustos y recuerdos. Gracias por otorgarle dirección y sentido a lo escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu felicitación, Luisa, aún no puedo creerme huésped de esa Nave.
Un fortísimo abrazo, compañeros
Patricia, qué recuerdos, mi padre me enseñó a leer en esas novelitas de Marcial Lafuente. Y después de adolescente me encargaba de ir al kiosko para cambiar algunas para un anciano que no se podía desplazar, ya ves, mi vida esta ligada a este hombre.
ResponderEliminarExtraordinario artículo.
Besitos
Ah, Ely, muchas gracias por contarme esta partecita de tu vida. Me emociona conocer este cruce del destino en lo que respecta a nuestros intereses estando nosotras tan lejos. Bellas coincidencias si las hay...
EliminarUn beso enorme