Corría el siglo XII cuando un
monje católico galés, Geoffrey de Monmouth, escribió su “Historia de los Reyes
de Britania”, genealogía que dispuso con
varios propósitos, entre los cuales se contaba exaltar las hazañas y desventuras
de un héroe celta, Arturo. El rey Arturo habría sido quien triunfara en el
siglo V (otros dicen que en el VI) en
la guerra que enfrentó a su pueblo
contra los invasores sajones. Así
recuerda Jorge Luis Borges, en una estrofa de su obra poética, este largo
enfrentamiento:
“Sus ídolos y ejército el duro
sajón sobre los huertos de Inglaterra
dilató en apretada y torpe guerra.
Y de esas cosas quedó un sueño: Arturo”
Esta confrontación, obviamente, aconteció en tierras britanas de las que Gales formaba
parte. La Historia de los Reyes de
Britania cimentó el desarrollo de aquello
que en literatura se ha dado en llamar
la “Materia de Bretaña”, o como se conoce popularmente, la Leyenda del
rey Arturo. Es a partir de dicha leyenda que comienzan a escribirse a partir
del siglo XIIl las llamadas novelas de caballería, masivamente consumidas. Tal
como sucede en la actualidad con algunos
personajes del cine o la televisión, la gente bautizaba a sus hijos con
el nombre de los caballeros que protagonizaban sus libros favoritos, y tanto
jóvenes como adultos sellaban pactos constituyendo órdenes como leían en aquellas páginas. La materia de Bretaña, además de imponer sus
ideales a la sociedad medieval, inauguró el género literario que hoy cuenta con
el más amplio mercado: la novela.
Aquellas famosas novelas de caballería hallan su cumbre a principios del siglo XVII (1605) con la
publicación de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” escrita por Don
Miguel de Cervantes Saavedra y considerada la mejor novela de todos los
tiempos.
Cuánta será la popularidad de esta leyenda que Gran Bretaña exhorta a su población a tomar
parte en la Primera Guerra Mundial con un afiche en el que se veía a un hombre
que, vestido como un guerrero medieval y montando un caballo rampante, clavaba
una espada en el pecho de un dragón. Dicha ilustración se encontraba enmarcada
por la siguiente frase: BRITAIN NEEDS YOU AT ONCE Britania te necesita de
inmediato.
Intelectuales contemporáneos al auge de las novelas de caballería, como
Alfonso X (1252 – 1284) en España,
denominado “El Sabio “ o Dante Alighieri (1265 – 1321) en Italia, no dudaron de
la existencia del rey, sin embargo la ciencia aún no está en condiciones de
aseverarlo. Historiadores y arqueólogos buscan el dato fehaciente, aquellas
piedras, aquel signo, que no deje lugar a dudas. Ni unos ni otros han sido
capaces de hallar, hasta ahora, la referencia incontrastable. Arturo, el
hombre, si existió, se oculta tras el velo que la ficción construyó para él. Tal
vez sea en la trama de ese velo donde esté escrita la respuesta, por qué Arturo
fue y es, en la imaginación popular, un rey que supo reinar mejor que
Carlomagno, un líder cuya capacidad de mando superó a la de Julio César.
Arturo, el héroe que a juzgar por la gran cantidad de obras artísticas
que continúan recreándolo, aún necesitamos.
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